“Ya tranquilicen o solivianen, maravillen o embrujen, ya sean manuales o mecánicas, fijas, animadas, en blanco y negro, en colores, mudas, hablantes, es un hecho comprobado desde hace varias decenas de miles de años que las imágenes generan acción y reacción” [1]
Es precisamente el acto creador del hombre que hace que la imagen a través del tiempo aparezca como una expresión propia de su cultura y de sus intereses particulares, es ese mismo “acto” creador el que hace que la imagen hoy en día sea un instrumento capaz de incluir al mundo en un lenguaje visual difícil o no de leer, pero que de acuerdo al contexto en el que se encuentre genera múltiples reacciones en el espectador; la imagen, incluye al mundo en un solo contexto; un contexto icónico lleno de sinestesias, de ideas fluidas que vienen y van llevando a su paso simbologías e ideologías propias; en esta medida, la imagen sirve como vínculo entre mundo y espectador, si no existiese una comunidad en el que dicho espectador se desenvuelva el valor simbólico de la misma perdería radicalmente su fuerza.
Son las comunidades las encargadas de dar un sentido global a la imagen; cada imagen lleva consigo un efecto dramático; por naturaleza provocan en el espectador algo que va más allá que una simple percepción visual, el espectador de imágenes tiende a reaccionar instantáneamente ante ellas, profiriendo sus juicios de valor, explorando dentro de su experiencia la relación que pueda haber tenido con dicha imagen en el pasado, en el presente o en el futuro más inmediato; en este sentido, una imagen – fija, móvil, mental; cualquiera que sea su procedencia - del Presidente de los Estados Unidos por ejemplo, generará diferentes reacciones en el espectador de acuerdo a la experiencia física o mental que la comunidad con la que este interactúe haya tenido con el personaje en cuestión. Odio o veneración, repugnancia o admiración, inseguridad o confianza, entre otras; son reacciones que el individuo expectante de este tipo de imagen podría llegar a tener al visualizarla.
Los iconos que la propia cultura estandariza como dignos de repugnancia o veneración, son manifestaciones de la “realidad” llenas de un valor agregado político o cultural que quieren mostrar a otros para que reaccionen de la misma manera o hagan frente a sus argumentos. Las imágenes en la era en que la cultura mediática y las industrias del imaginario proceden abrumadoramente con relación a la colonización técnica, industrial e imaginística en el planeta, se convierten en mecanismos que permiten la comunicación masiva; y que influencian las ideologías de las comunidades humanas.
“Vivimos en un mundo en el que la más alta función del símbolo es la de hacer desaparecer la realidad y la de enmascarar al mismo tiempo esta desaparición” [2]
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Referencias:
[1]DEBRAY, Regis. Vida y muerte de la Imagen. Editorial PAIDÓS. Prólogo
[2]GUBERN, Roman. “Del Bisonte a la realidad”
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Ensayo realizado para la clase de Teoría de la Imagen digital. Séptimo semestre.
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